“Tú no tienes la culpa, mi amor,
que el mundo sea tan feo…”
Clandestino, Manú Chao
Caminé hacia la plaza.
Había un chingo de gente.
Me metí a la catedral.
Había un chingo de gente.
Entré al mercado principal.
Había aún más gente.
No pude más; me salí corriendo,
caminé apresuradamente sobre
calles que no conozco, en construcción,
buscando como loca un lugar sin gente.
Entré a un callejón casi vacío y llegué
a la conclusión de que
odio a la pinche gente.
Odio a las mujeres que me barren,
a los hombres que no disimulan al
mirarme, odio a los pinches niños
ruidosos, a los niños callados, odio
que me hablen, odio que me toquen,
¿de dónde salió toda esta pinche gente?
¿a dónde van, a dónde se dirigen con tanta
urgencia? ¿por qué no usan la maldita
píldora anticonceptiva, por qué nacen y nacen
y siguen naciendo y no dejaran de nacer, por qué?
Somos tantos que el planeta nos está escupiendo,
no pueden no haberlo notado, no pueden.
Había un chingo de gente.
Me metí a la catedral.
Había un chingo de gente.
Entré al mercado principal.
Había aún más gente.
No pude más; me salí corriendo,
caminé apresuradamente sobre
calles que no conozco, en construcción,
buscando como loca un lugar sin gente.
Entré a un callejón casi vacío y llegué
a la conclusión de que
odio a la pinche gente.
Odio a las mujeres que me barren,
a los hombres que no disimulan al
mirarme, odio a los pinches niños
ruidosos, a los niños callados, odio
que me hablen, odio que me toquen,
¿de dónde salió toda esta pinche gente?
¿a dónde van, a dónde se dirigen con tanta
urgencia? ¿por qué no usan la maldita
píldora anticonceptiva, por qué nacen y nacen
y siguen naciendo y no dejaran de nacer, por qué?
Somos tantos que el planeta nos está escupiendo,
no pueden no haberlo notado, no pueden.
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